Tres

Dormir mucho y bien o al menos una tregua, eso quisiera pero apenas cierra los ojos se encienden las lámparas que guían a los fantasmas. En baile agitado empujan la cabeza debajo de la almohada y al fin los ojos están abiertos de nuevo.
La libretita, que ni una agenda como la gente, reclamaba el saco en la tintorería y afeitarse antes de la entrevista, una más, una menos. No sería de mucha ayuda mostrar un flanco libre, un tajito tapado apenas con la buena voluntad del algodón y el agua colonia.
Pero, de dónde salió esa barba
Supongo que de aquel viaje tan relajado en comida y en falta de higiene. Claro: panza, pelo largo, barba descuidada, todo muy sanador para el joven profesional herido hasta el caracú en su amor propio, mancillado el buen nombre y agarrate que no vengan a buscarme y encima me coma tener que prestar declaración ante un tribunal.
Con sólo evocar aquélla escena la piel toda se manchaba de miedo por no decir que se le fruncía el culo. Nada era él, al cabo ya estaba lejos del ministro y sus secuaces, pero papá, el apellido, viste..
Ja!, si casi escucho a la escribiente:
Preguntado acerca del conocimiento que tuviera o hubiera debido tener respecto de los fondos presuntamente malversados y después de eso el balbuceo, la contradicción, es romper a llorar o poner la cara como piedra y mentir, salvar la investidura del ministro. Preguntado sobre si desea continuar la declaración dejando constancia de que la misma tiene en adelante el carácter de indagatoria. Se hace constar que puede negarse a declarar hasta que medie la presencia de su asesor letrado.
Entonces la barba es una cerca para no permitirles a las alimañas pasar y corroer el espíritu, al menos hasta tener la certeza de la regeneración de los tejidos, entonces sí, tal vez mañana.
La libretita era otra cosa, una verdadera afrenta a la vocación de no recordar, esa decadente forma del olvido, la muerte decretada en una sentencia de gramática errónea.
La almohada oprime, mejor abrir la ventana que aun es anoche.

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